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martes, 7 de diciembre de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas. CAP.6


El inspector Matías de la Torre, ni siquiera iba a casa a dormir desde que empezó el caso del cura asesinado. Comía en el bar frente a la comisaría, y dormía en su despacho. Como siempre, todo su tiempo lo ocupaba en un asunto nuevo que además, para su sorpresa, había tenido un principio muy interesante. Justo lo que necesitaba para desconectar de su miserable vida.
En estos tres días lo único que tenían del caso era una cartera con documentación que se encontró entre la ropa llena de sangre que el fugitivo dejó en el suelo cuando mudó la suya. En ella se halló un DNI del que por ahora era su principal sospechoso. El nombre del individuo, Jofiel Melero Báez. Por lo visto hijo de madre soltera fallecida en extrañas circunstancias. Pero por lo demás no le sirvió de nada. Este documento de identidad llevaba meses caducado. Cuando llegaron a su supuesta dirección, resultó que hacía ya varios años que no vivía allí. La persona que ahora habitaba el piso no sabía nada de los anteriores propietarios. De resto la cartera no sirvió para nada más. Unos euros sueltos, tarjetas de crédito caducadas también... Nada por donde continuar.
Había una cosa que lo tenía fascinado. Por lo visto algo no cuadraba. Un reloj de pulsera que fue hallado roto, seguramente al caérsele al sujeto en su huida por la puerta lateral de la iglesia. Lo que venía a ser extraño era la hora de la muerte del sacerdote dictaminada por el forense, comparada con la hora que marcaba el reloj roto. Habían pasado demasiadas horas desde el asesinato hasta la huida. Además, las huellas de sangre en el suelo les decía que el tipo anduvo hacia la puerta lateral, volvió sobre sus pasos hasta la sacristía, y luego marchó definitivamente. Había mucho que investigar, mucho que analizar, y eso era perfecto en esa situación, era perfecta para el inspector De la Torre.
Mientras divagaba sobre el caso, sonó el teléfono. Era el forense. Había terminado la autopsia. Eso significaba nuevas pruebas, el caso volvía a tener un nuevo camino por el que continuar.
Sin perder un minuto, De la Torre se incorporó, costándole lo suyo, con algún que otro titubeo causa de la resaca por el sake que amanecía junto a él día sí, día también. Se cambió la camisa por una que tenía en el armario del despacho, porque la que llevaba ya lucía manchas de algo más que un simple café. Se acercó al baño, y mirándose en el espejo acertó al decirse a sí mismo cuán mayor y machacado estaba. Su barba de varios días, su pelo grasiento y su mirada cansada mostraban la rendición de su estado físico y de su esperanza; pero a él lo que reflejara su aspecto ya le importaba bien poco.
Subió a su coche sin ponerse el cinturón, cosa frecuente, y se dirigió a la oficina del forense a por los nuevos datos que le auguraban una larga jornada, desconectando del pasado para intentar arreglar el futuro. Esta noche dedicada a su trabajo, el alcohol no tendría cabida. Su hígado podía darse un respiro. Sólo por esta noche.

- Buenos días Dr. Valls, buenos días… disculpe mi tardanza… pero ya me conoce…
- Sí, pero si no te conociera… con echarte un vistazo, sería suficiente para hacerme una idea.
- No me sermonees, Josep… no estoy para muchas charlas paternalistas, mejor vamos al grano.
- ¿Yo paternalista?, creo que no, con mis dos hijos tengo de sobras, y a cual más descarriado…¡ ja ja ja!, mejor edúcate tú mismo… ya eres mayorcito.
- De verdad, me duele la cabeza horrores, no es por joder, sé que te preocupas…pero piensa, que aunque descarriados, tú tienes hijos de los que preocuparte…
- Lo sé, lo sé, sólo te ando fastidiando, así te acuerdas un poco, de que aún estás vivo… últimamente, tengo la sensación de que ya lo has olvidado.
- Ya pero, viejo amigo, cada vez que me duele… y tengo que empinar el codo… créeme, es porque sigo vivo…
- En fin Matías, vamos por faena, que sé que lo estás deseando. Así se apartan un rato los fantasmas.
- Ahora sí que nos entendemos.
-Pero, el informe forense se queda en mi oficina, porque luego, cada vez que sale por esa puerta en tus manos, desaparece, y no nos engañemos, eres un desastre. No quiero problemas.
- Entendido Valls. ¿Y ahora empezamos?
-Vamos al grano, que nos conocemos.
-Así es.
- El padre, tendía 65 años. Cuando lo encontraron, el sujeto llevaba ya unas 24 horas muerto, la mancha verde abdominal que tenía nos lo corroboró.
Ahora sabemos la razón por la que tenía los pantalones abajo. Tenemos agresión sexual, por conducto anal.
-Pero eso no tiene sentido, ¿el desgarro no provoca hemorragia?
-Si inspector, eso sería correcto, si no fuera, porque la agresión se llevó a cabo con un instrumento metálico al rojo vivo. Por eso, no hay hemorragia, pero sí ampollas a través del conducto rectal. Rodeando el ano, también se pueden apreciar hematomas.
- Había una cruz metálica junto al cadáver, a su derecha. En un primer momento, creí que la utilizó el sacerdote para sentirse protegido. Ahora ya sabemos que no.
-Aún hay más. Le taparon el orificio después, con cera caliente. Y no fue la única zona, ya lo iremos viendo.
-El cirio que portaba el cadáver en la mano izquierda, estaba muy gastado, pero alrededor de la mano, no se apreciaba cera alguna. ¿Debo deducir que el asesino se lo puso tras matarlo en su mano?
-Sí, eso es, porque la mano, no ejercía ningún tipo de fuerza sobre el cirio. ¿Ves la mano?, no tenía nada cogido en vida.
Está bien, sigamos. En el lado izquierdo del pecho, tiene hecha brecha, de 20 cm de diagonal, que ha sido realizada con un objeto cortante. Creo que semejante a un estilete. Por el orificio que realizó, le sacó el corazón.
-Ese objeto con el que le abrieron es lo que no aparece por ninguna parte. Ya no queda dónde buscar. Únicamente me queda pensar que el asesino se lo llevó consigo. No hay otra.
-Como le dije antes inspector, la cera del cirio anda bastante repartida por su cuerpo. En el caso del hueco del corazón se ve claramente que aquí también fue vertida parte de ella.
Si subimos, nos encontramos con el cuello sesgado. En este caso, a diferencia de la extracción del corazón, ya estaba muerto.
-Dr. Valls… ¡¿Quiere decir, que cuando le extrajeron el corazón estaba vivo?!
-Sí, esa fue la causa del fallecimiento. Cuando le sacaron el corazón, murió.
- Lo de la espalda Dr. fue en vida, ¿verdad?
-Sí, pero vamos por partes. Ese punto lo quiero tratar al final. Hay algo extraño en ello. ¿Le parece inspector?
-Adelante.
-Para entendernos. Todo lo que le explicaré a partir de ahora, se realizó post mortem. En vida se realizó la agresión sexual, las heridas de la espalda y la extracción del corazón. Ahora le pido que espere y atienda.
-Menudo tarado estamos buscando. El mundo se ha vuelto loco.
-Detective déjeme decirle que yo no seré quien le quite la razón, al menos en lo que a este tema concierne.
-Se ha tomado muchas molestias. Tengo el pálpito de que no será su última hazaña. Por favor Valls prosiga…
-En toda la base de la herida del cuello se puede apreciar también cera esparcida.
La cabeza del sujeto fue decapitada post mortem con una especie de cuchillo de carnicero, el que se usa para partir huesos, parece, o algo semejante. La base de la cabeza, también lleva cera. Sus ojos abiertos y llenos de cera también. Aquí, en el frontal izquierdo, tenemos lo que parece ser el principio de todo, la razón por la que el sacerdote bajó la guardia, y así, todo indica, empezó el ataque. Fíjese inspector, justo aquí. Un impacto contundente por objeto liso, apreciable en la contusión, apreciable por unas equimosis.
La mandíbula está rota, no hay indicio de que haya sido a golpes, sino más bien a la fuerza. Parece ser que para introducirle el corazón dentro de la boca.
El corazón está deteriorado, parece que lo han quemado previamente antes de introducirlo en la boca. Ese olor que decían todos que era tan desagradable, se debe a la sustancia utilizada para quemarlo. Se trata de…
-Bueno, y ahora Dr. Valls… ¿podemos hablar ya de las heridas de la espalda?
-Por supuesto. Estoy descolocado con ese tema. No tengo palabras… aquí sin duda pasa algo más raro que un sicópata ordinario.
-¿Qué quiere decir Dr.? ¡¡Hable de una vez!!
-Esto va a sonar francamente increíble, pero… en las heridas de la espalda, todas esas heridas… esas palabras escritas a incisiones… están desinfectadas…y…
-¿¿Y qué?? Tuvo un momento de duda… o… ¿se arrepintió por un instante y le curó?, no entiendo nada…
-Si mantuviera solo un momento el pico cerrado inspector, lo entendería perfectamente, ¡¡¡guarde silencio!!!
-Ya no digo nada más, ilumíneme con su sabiduría doctor.
-No es sabiduría lo que yo le ofrezco, es hallazgo, un descubrimiento… sólo que… aterrador.
Me explico inspector. Sí, las heridas están curadas, pero, no hay ningún tipo de residuo de ningún tipo de desinfectante. Pero sí, otro tipo de sangre a parte de la del sacerdote, que parece ser… le ha desinfectado las heridas…eso ya es extraño… pero es que…
-¿Eso tiene algún sentido? ¡¡Dr. Reaccione!!
-Sí, lo se… lo siento… verá inspector… mi esposa…el cáliz, que usted encontró… ella fue la encargada de analizar la sangre de dentro, era solo un residuo, pero suficiente. El caso es que es la misma sangre sanadora que hemos hallado sobre la espalda. Empecé a preguntarme… ¿para que la sangre en el cáliz?...ahora lo sé. Al principio no hice caso de las manchas de sangre en la comisura de los labios de la víctima pensé… no hay heridas en la boca, la rotura de la quijada es limpia… pensé… en algún momento, quizás, se llevó las manos a la boca y… simplemente se manchó. Pues no…es mucho más impresionante… es inconcebible…todo su cuerpo, está lleno por dentro con esa sangre milagrosa…
-Valls…quiere decir… ¿qué le hizo beber de su propia sangre?
-Sí, eso creo que hizo con el cáliz, lo llenó y se lo dio a tomar.
-Eso no tiene sentido… ¿por qué le sanó la espalda y no el resto del cuerpo al beberla?... no tiene sentido alguno… es realidad… ¡¡¡nada tiene sentido de lo que está diciendo Valls!!!
-Sí lo tiene… si la sangre puede sanar, pero no puede devolver la vida…
-Doctor… nooooo… se ha vuelto loco… insinúa que…
-Sí, eso es, estaba completamente muerto, cuando, voluntariamente se bebió la sangre milagrosa, por tanto la que le untó en la espalda, puede que tuviera intención de curar… pero la que le hizo beber después de muerto…por lo visto, no era para sanarlo… es más, desconozco cuál era su fin.
-Deben hacer más pruebas, lo que me cuenta no es posible… repítanlas.
-Mi mujer, las ha repetido ya cinco veces… no hay error… simplemente es… increíble. Ella ya no quiere saber nada de esto… le ha superado todo esto… quiere que yo lo deje también, que me aparte del caso…después del último resultado… insiste en que lo deje pero, no puedo…
-¿último descubrimiento?
-Sí, eso es, ese ADN… es más que milagroso… su mapa genético no tiene precedentes… pero por ahora no le puedo decir más… esto no es la serie CSI, aquí hacen falta, más que dos días, necesitamos tiempo, material adecuado y gente de confianza… y créame inspector… la gente de confianza, ya no existe.
-Eso es absolutamente cierto. Dr. Antes no sabía por dónde empezar… ahora, no sé si quiero empezar.
-Pues… inspector, cuando lo tenga usted claro. Creo que la traducción de esas palabras… no estaría mal para empezar. Estaremos en contacto De la Torre… pero con discreción. Me marcho.
-Es exactamente, lo que estaba pensando yo. Empezar por donde aún puedo encontrar algún sentido…las letras de su espalda… necesito un traductor… y un sake.

El inspector Matías De la Torre, se quedó divagando, cansado y aturdido por la información. Cuando se encontró a solas tuvo que sentarse. Le temblaban las manos, y le sudaban sin parar, durante el tiempo que el Dr. le explicaba, temió sacarlas de los bolsillos porque las sentía temblar bajo la tela. Intentó buscar una pizca de serenidad en su propio caos interior, respiró hondo, y… mirando el torso de la víctima boca abajo en la mesa del forense, se le ocurrió leer las palabras de su espalda… una vez más.


Vadeus et non rediens anima.
Irrevocabilis hora est.
Amén.

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