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domingo, 12 de septiembre de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas Cap.4


Tokio, 9 de Julio de 2010. A las 19:00h. Samyueru, absolutamente decidido, se dirigió al despacho de su socio y amigo Mana. Se colocó bien su corbata negra, aunque lo que tenía peor aspecto era el traje negro, estaba tan arrugado, incluso la camisa blanca mostraba una mancha de café seca del día anterior. Su pulcritud habitual, se había esfumado completamente. Su aspecto Cuando entró por la puerta de su socio, era francamente deprimente. Aunque lo que venía a decirle no era nada alentador. Samyueru, llevaba ejerciendo la psiquiatría hacía ya muchos años, y por ello, sabía perfectamente, que cuando a alguien le pasaba lo que a él, había unos pasos a seguir. El primero, dejar de ejercer. Pues ya no podía ayudar a sus pacientes con sus inquietudes, problemas o patologías varias. Él mismo, estaba empezando a manifestar extraños comportamientos.
Esta mañana, podía distinguir claramente, camino del gabinete, cómo le entraban unas ganas irremediables de atentar contra algunas de las personas que se cruzaban a su paso. Miraba a su alrededor, y sentía verdadera animadversión por ellos. Y las voces que, antes había controlado totalmente con una medicación, no en exceso severa, ya no servía para nada. Ahora las voces eran más altas, más claras, y lo que era peor, realmente empezaban a decir cosas que para él, comenzaban a tener un cierto sentido. Eso le tenía aterrorizado. Las pesadillas llegaron a un punto que no le dejaban dormir. Así que, tras varias sesiones de terapia con su amigo Mana, se sentó frente a él, para por fin rendirse a los acontecimientos, diciéndole…

-Mana, lo hemos intentado, pero tras perder varios meses de tu tiempo… estás tan desconcertado como yo.

-Sí, tengo que admitir que, no sé qué es lo que te pasa… pero rendirte así, no es la manera de hacer que remita. Tenemos que hablar con otros colegas, compartir opiniones… ¿has pensado en el tema de la hipnosis?

-Quizás como último recurso, sería una opción, pero… dicen que es arriesgado, y la verdad, no me apetece solucionar un problema, si para ello abro puertas a otros. Recuerda que soy adoptado… me refiero que…todo lo anterior a los 6 años… es…desconocido, algo que puede desencadenar, cosas todavía peores. Quizás te parezca un cobarde, pero… me aterroriza esa idea.

-Sí, lo entiendo perfectamente, se nos acaban las posibilidades, ya no sé qué decirte para que no te vayas. Sin duda la respuesta está en tu pasado, quizás deberías contratar un detective, y empezar a remover, hasta que sepamos qué tipo de antecedentes hay en tu familia… tiene que haber algo… te has planteado… no sé… ¿has pensado que te abandonaron porque sabían que pasaría algo así?

-Todos los días lo pienso. Es una posibilidad, pero desde luego… no lo dejaré en manos de un detective… Mana, esto es lo que voy a hacer… al menos por ahora, voy a dejar de ejercer, por mi bien, y por el de mis pacientes…si quiero encontrar, donde está el problema, debo involucrarme absolutamente en ello…



-Pero…Samyueru, no puedes irte solo, ¡ recuerda tus ausencias de tiempo!... no, al menos, no tú solo… deja que yo te acompañe… así no te sentirás solo y desorientado cada vez que vuelvan esos bloqueos…


Samyueru, había conseguido ocultarle a su amigo, que lo que él creía que eran ausencias o bloqueos en el espacio-tiempo, en realidad, era una forma de bloquear las ganas que tenía de matar a más de uno con el que se cruzaba. Se lo hubiera contado, si sabiendo lo que sabía de psiquiatría, hubiera encontrado relevancia para un diagnóstico. Pero, tanto con esa información como sin ella, todo era exactamente igual de desconocido.
Sus síntomas, no estaban en ningún libro de consulta médica, no tenía nombre, simplemente no había antecedentes de ello. Bueno, quizás algunos, dentro de algunas religiones… lo llamarían, posesión demoníaca. Porque cuando se despertaba de sus pesadillas, levitando sobre la cama, sin ningún tipo de sujeción, despertaba, y simplemente caía. O cuando creía que las voces solo estaban en su cabeza, y al volver en sí, su amigo Mana le decía que había dicho en voz alta, todo, pero en un idioma que ni siquiera conocía, con un tono de voz, que no era de este mundo, con los ojos completamente negros, cuando pronunciaba las palabras. Mana, estaba muerto de miedo, completamente aterrorizado, le daba pavor estar solo con Samyueru, Pero lo hacía, porque le debía mucho, una gratitud tan grande, que jamás lo dejaría en la estacada. Por eso, le dijo…

-Está bien, eres un testarudo… no te haré cambiar de opinión, pero… al menos, ten el móvil siempre cargado, y pon mi numero el primero, si pasa algo… lo que sea… sabes que estoy aquí… así que no seas orgulloso y si necesitas ayuda, solo pídela… iré donde sea… lo sabes…¡¡Samyueru!!,¿ me estás escuchando?...¡¡Samyueru!!...¡no!... otra vez…no…

Samyueru, estaba totalmente quieto, no pestañeaba, los ojos se le tornaron negros, su palidez cada vez más visible, hacia notables unas grandes ojeras bajo los ojos, un sudor frio le corría por todo el cuerpo, empapándole la camisa. Mana, apretaba con las manos los extremos de la silla, haciéndola crujir, apretó la mandíbula, hasta hacerla rechinar, y se puso rígido como una tabla. Uno frente al otro, parecía que se miraban fijamente. Mana, intentó romper el silencio… pero se le adelanto aquella voz…

-Tú, el que te ofreces.
He mirado en tu alma.
Esta limpia.
Se te concede venir.
Sólo si estás dispuesto a morir.

Mana, temblando, se levantó, se acercó muy despacio, le llamó la atención lo brillante que se le estaba poniendo la piel, y le tocó la cara a su amigo, no podía creer lo que sentía en sus yemas. Su piel era pura escarcha, se estaba congelando a medida que hablaba, pero no le afectaba su salud en absoluto. Le tomó el pulso, sus constantes estaban en orden. Estaba sereno, tranquilo, solo había ciertos cambios a nivel visual. Cuando sus labios se tornaron en un lila subido. La presencia le dijo…

-Debes decidir ahora.
El tiempo apremia.
Él ya está condenado.
Tus opciones son condenarte,
O dejarlo marchar.

-Pero… ¿de qué va esto?, ¡¡al menos dime dónde me meto!! Se trata de mi vida… ¿ no es así?
-¿tu vida?
Mana, recuerda cuántas salvó él.
Sólo puede saber más,
aquél que ya está dentro.
¿Entras?

-Sí, le debo tres vidas, ¿cómo no pagárselo?...estoy dispuesto.

Entonces, la presencia giró la cabeza, la alzó hacia Mana, que estaba de pie a su izquierda y le sonrió diciéndole…

-Eres digno de estar a nuestro lado.
Así sea.

Samyueru, volvió en sí, consciente de toda la conversación, pero sin poder decir nada en ningún momento, hasta ahora. Miró a su amigo a los ojos llenos de lágrimas, quería hablarle, decirle que no podía hacer algo así, pero Mana alzo la mano, pidiéndole silencio. Despues, en un tono entre el humor y el sarcasmo le habló…

-No digas nada, acertado o no, estoy muerto de pánico pero, ¿Cómo vas a ir tu solo poseído por la calle?... mírame… te debo mucho, o sea que, puedo y lo haré, yo decido, es mi vida y es mi decisión… eso sí… podemos estar seguros de una cosa…a nivel psiquiátrico, con tu caso no tenemos nada que hacer, mejor lo descartamos,¿ no te parece?

-No sé qué es todo esto, pero…tienes toda la razón. De lo único que estoy seguro ahora mismo, es que necesito un buen trago para afrontar lo que acaba de pasar, y lo que está por venir… esto pinta muy mal. Vamos a Akasaka, y hagamos un paréntesis es todo esto.

-Me parece perfecto amigo, vámonos de aquí, por hoy, ya está bien de emociones, es suficiente… aunque…necesito saber una cosa… cuando miré a esos ojos negros…vi algo que…necesito saber…sientes deseos de matar gente…¿conmigo sientes eso?...¿alguna vez has querido matarme?

-Debí decírtelo, pero me pareció algo despreciable… pero nunca… jamás tuve ese deseo contra ti, nunca.

Los dos salieron del despacho, apagando todas las luces tras de sí. Accedieron al parking por el ascensor, en el más absoluto silencio. Subieron al Mazda Miata, que tanto apreciaba Mana, regalo de su padre antes de morir. Dejaron atrás Shinjuku. Se sintieron aliviados al escuchar arrancar el motor. Encendieron las luces, y tras una mirada de complicidad, se dirigieron a Akasaka. Tras un buen rato, llegaron al bar del que era clientes habituales, donde bebieron y bebieron, durante toda la noche, hasta que perdieron el conocimiento.
A la mañana siguiente, despertaron con una enorme resaca, no recordaban nada.
Ya no estaban en el bar. En realidad no tenían ni idea de dónde estaban. Sólo sabían lo que podían ver, y era algo terrible. Todo estaba lleno de sangre por todas partes.
Samyueru, volvió otra vez a ese estado que a Mana ponía tan nervioso. Volvieron esos negros ojos, esa extraña voz, esta vez con un nuevo mensaje…

-Declina a malo et fac bonum.
Factum abiit, monimenta manent.
Astra regunt homines,
Sed deus regit astra.

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