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viernes, 15 de julio de 2011

Ensayo sobre las almas perdidas cap.7


Lo que pudo pasar o no esa noche en Tokio, es un misterio. Llevaban unas dos semanas buscando a dos tipos, de los que nadie sabía nada. Ni un solo testigo retuvo sus caras en la retina. Eran sombras, simplemente sombras, que en la penumbra de la noche, se metieron en el barrio más peligroso de la zona. Burlaron a toda la seguridad de Haruto Hato, y lo mataron de una forma… espantosa. No había muerto solo, también se habían cebado con su esposa y sus tres hijos. Sus cuerpos inertes rodeaban la mesa, que aún estaba ocupada por los cafés, los postres y algunas de las drogas de diseño que estaban en auge en la vida nocturna de Tokio. Todo apuntaba a un asesinato ritual. Nada que ver con ningún ajuste de cuentas entre mafias. Lo cual tenía al resto de peces gordos de la ciudad algo nerviosos… porque ahora la pregunta estaba en el aire. ¿Quién sería el próximo?
Todo el mundo tenía recelos y dudas entre ellos. La policía vigilaba a las mafias de los alrededores y a su vez, la mafias recelaban entre ellas, creándose así un ambiente tenso y odioso, que se espesaba cada día. Y todo este mal estar que mostraban, no era para nada por sospechas de ningún tipo, es más, lo que comentaba todo el mundo, es que seguro que fue alguien de fuera, porque nadie que conociera ese lugar, y a esa gente, se atrevería a llevar acabo tan aberrante acto. Pero… digamos que la falta de información, la falta de respuestas los tenía algo agresivos a nivel general.
La policía de Tokio, andaba dando palos de ciego. Este caso, había pasado a ser de una prioridad absoluta. Había cundido el pánico. Por lo visto la prensa había filtrado fotos e información muy relevante. Lo que precipitó un pánico colectivo entre la gente. De puertas para afuera…intentaban en las ruedas de prensa que predominara el control y la calma. Pero la verdad era que dentro de las oficinas centrales, estaban bien jodidos. Porque la mitad del tiempo, gracias a todo el material difundido por los susodichos periodistas… hacia surgir a los más tarados y perturbados de la zona, diciendo que habían sido ellos los autores de los hechos. Dando toda clase de datos y detalles, sacados de televisión y prensa. Todo estaba filtrado. Por tanto, el avance nulo. El paso lógico a seguir, era llamar a la Interpol y contrastar con ellos, si existía precedente en otro lugar. Y necesitaban expertos en materia ritual…en asesinatos rituales.
En medio de toda esta hecatombe. Una figura, en un apartamento, se adivinaba frente a la ventana. Unos ojos enrojecidos asomaban bajo unas cejas cansadas y gachas, por la falta de sueño durante días. Después de suspirar, entró al baño se mojó la cara un par de veces. En el dormitorio, sentados sobre la cama dos niños con lágrimas en los ojos, una maleta en el suelo. Levantó la vista al frente, cruzando su mirada con la de su esposa. Esos ojos heridos que lo acusaban, y se entumecían de puro dolor. Pero le acarició la cara, le tocó para sentirlo una última vez y bajando los ojos, con la voz entrecortada, dijo:

-¿Que será de nosotros Mana?
-Lo lamento Hanako. No sé qué pasará cuando yo me vaya… pero si me quedo… sé que solo puede ser peor. No soportaría que os hicieran daño.
-Entendería algo, si confiaras en mí y me contaras… que te ha llevado a tomar la decisión de marcharte. ¿En qué tipo de lio te has metido?
-No puedo decírtelo. Sólo empeoraría las cosas. Y ni siquiera me acuerdo de nada…únicamente puedo decirte adiós y esperar volver algún día.
-Me temo que esto se alargue. Incluso que no vuelvas. ¡Quizás esto sea en verdad una despedida!
-Sólo puedo decirte que todo esto que está pasando… en parte es por ayudar a Samyueru. ¿Recuerdas? Tú y los niños, estáis vivos gracias a él y…
-No digas nada más, las palabras veo que ya solo alargan algo, que ya se ve, está decidido. Y… si, respiramos gracias a Samyueru… por eso… no diré más…
-Estoy roto… roto Hanako… recuérdame… por favor, sólo… recuérdame…

Mana, besó a sus hijos, acarició la mejilla a su esposa y cerró la puerta tras de sí. El rechinar de la puerta al cerrarse, fue como una punzada en su corazón, que hacía ya días iba a cien por hora. Mirando a todas partes, tapado con una gabardina recia, se metió en un taxi, camino del aeropuerto. Su móvil sonó en el bolsillo. Era Samyueru, con la voz temblorosa y fatigada.

-Mana, tengo los pasajes, salimos en cuatro horas. No te retrases.
-Estoy en un taxi. Ya no creo que tarde mucho más.
-Mejor no pregunto…
-No, no preguntes, no quiero hablar sobre ello, enseguida llego.
-está bien entonces, te espero en la cafetería al lado de la puerta de embarque. Ten cuidado, hay mucha vigilancia…no despiertes sospechas…
-Bien. Seré discreto.

El aeropuerto estaba abarrotado de gente. Casi no se podía ni andar. Pero para tranquilidad relativa de Samyueru, el vuelo no tenía retraso. Solo tenían que mantener el control un poco más. Sin llamar excesivamente la atención, podrían desaparecer en silencio y limpiamente.
Mana entró por la puerta del aeropuerto totalmente desencajado, ni siquiera pestañeaba mientras se acercaba a su amigo Samyueru, mirando fijamente su rostro. Según lo planeado, se encontraron donde siempre que viajaban a algún congreso de psiquiatría. En la cafetería, un refresco antes de partir.
Desde hace ya días, desde que sucedió la masacre, Samyueru no sabe por qué. Solo podía pensar en un lugar. Tenía extrañas visiones. Eran de un lugar llamado…”El Borne”. Su destino era… Barcelona.
Acabaron el refresco en silencio sin mediar palabra, Se levantaron y se dispusieron a pasar los detectores. Cuando Samyueru sintió una mano posarse sobre su hombro. Sobresaltado se dio la vuelta. Dos hombres de media altura, la cabeza rapada al cero, los miraban con hostilidad. Y en especial… esas cicatrices de partes de su cuerpo, que habían sufrido numerosas quemaduras… esos tatuajes extraños. Sus palabras en tono despectivo pero sin alzar la voz, resultaban desagradables.

-Farsantes de una causa perdida. No saldréis de aquí con vida. Seréis exterminados. Como una plaga molesta e infesta. Tú y los que son como tú no completareis aquello por lo que llegasteis. Somos la verdad y la realidad. Somos la razón y la justicia. Somos la enseñanza, la fe y la doctrina. Morirá mucha gente aquí hoy. Y no importará. Porque…solo será el principio, ¡¡el principio del final!!

-¡¡¡Pero qué coño estas diciendo zumbado!!! Apártate de mi camino¡tengo prisa!

-No Samyueru…eres tú el que estas en nuestro camino…

-¿Cómo sabes mi nombre? ¿Pero qué…?

Uno de los dos extraños personajes, se abrió la chaqueta y mostró con orgullo algo que hizo que Samyueru y Mana, se quedaran helados…aterrorizados. La situación empeoraba por momentos, se les escapaba de las manos. El tiempo apremiaba. Los altavoces anunciaban que el vuelo a Barcelona abría las puertas de embarque. Lo que llevaba este personaje era la muerte. Era un mártir…un mártir orgulloso de matar, orgulloso de morir…portaba atadas al pecho varias bolsas de gas sarín en estado líquido. Y en la mano derecha de ambos, un paraguas acabado en punta.

-Nooooo… La verdad suprema… no…Om…Kanji…

Samyueru creyó susurrar algo a Mana. Pero en realidad nunca movió los labios. Aunque…Mana si le escuchó. Le transmitió una rápida idea…. Por lo visto, los terroristas buscaban que la situación les desbordara, sobrepasando su capacidad de reacción, implorando por la vida de toda aquella gente. Pero Samyueru y Mana…tenían otros planes, y mucha prisa por embarcar. Por tanto…le dieron la vuelta a la situación. Samyueru fingiendo una seguridad absoluta, con total control de la situación y subiendo el tono de voz, se dirigió al mártir que mostraba las bolsas de gas a la vista.

-Está bien ¡¡Mátanos a todos!! ¡¡Ya estás tardando!! ¿¿Crees que me importan?? No… créeme no son nada para mí, Mana ya lo ha perdido todo, y yo estaría mejor muerto. ¿¿A qué esperas?? ¡¡Reviéntalas!!

El terrorista se sintió totalmente desarmado a nivel moral. A sus ojos, Samyueru sentía indiferencia ante la vida de aquellas personas…es más, las despreciaba. Había fracasado…debía morir sintiendo dolor y compasión por ellos y eso ya no era posible. Mientras, el mártir, el asesino… el loco se hundía en sus pensamientos. Bajó la guardia y miró al otro. Tiempo suficiente para que Samyueru y Mana los redujeran quitándoles los paraguas. Para después alertar a la seguridad del aeropuerto.

-Los asesinos de ¡¡¡Haruto Hatoooooooo!!! ¡¡Socorrooo!! ¡¡Ayuda!! Gas sarín! Llevan gas sarín!! Moriremos todos!!

La policía no tardó en llegar. Los esposaron y se los llevaron detenidos, despojándolos de las bolsas de gas sarín. Se organizó tal revuelo, que su vuelo por precaución al igual que el resto de ellos fueron retrasados como medida de seguridad, de forma que no lo perdieron. Embarcaron, se acomodaron y mientras respiraban agitadamente, Maná le dijo a Samyueru…

-Ya nunca nos buscarán por la muerte de Haruto Hato!! Aunque ni siquiera sé qué pasó! ¿¿Cómo fue??!¿Cómo has podido pensar tan deprisa? ¿Cómo sabías qué hacer? Esto cada vez es más raro!! ¿Y yo? ¿cómo sabía acoplarme a tus pensamientos? …esa cosa que llevas dentro me ha hecho algo… ¿¿Me escuchas Samyueru?? ¡¡Habla joder!!

Mana, al no escuchar respuesta de Samyueru , nervioso y claramente alterado, se desató el cinturón de seguridad, aunque el marcador seguía indicando lo contrario. Agarró a Samyueru por el cuello. Pero lo soltó rápidamente. Cuando descubrió una vez más que en aquel rostro como tantas otras veces…ya no existía su amigo. Era el otro…el espectro…el dominante…el despiadado… y le aterraba. La azafata lo increpó consiguiendo que se sentara. Pero sin dejar de mirar ese rostro de ojos vacíos. Escuchando una vez más de sus labios unas palabras que para él no tendrían ningún sentido.

-Milita est vita
Hominis super terram.
Vae victis!
Si vis pacem,
Para bellum.

martes, 7 de diciembre de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas. CAP.6


El inspector Matías de la Torre, ni siquiera iba a casa a dormir desde que empezó el caso del cura asesinado. Comía en el bar frente a la comisaría, y dormía en su despacho. Como siempre, todo su tiempo lo ocupaba en un asunto nuevo que además, para su sorpresa, había tenido un principio muy interesante. Justo lo que necesitaba para desconectar de su miserable vida.
En estos tres días lo único que tenían del caso era una cartera con documentación que se encontró entre la ropa llena de sangre que el fugitivo dejó en el suelo cuando mudó la suya. En ella se halló un DNI del que por ahora era su principal sospechoso. El nombre del individuo, Jofiel Melero Báez. Por lo visto hijo de madre soltera fallecida en extrañas circunstancias. Pero por lo demás no le sirvió de nada. Este documento de identidad llevaba meses caducado. Cuando llegaron a su supuesta dirección, resultó que hacía ya varios años que no vivía allí. La persona que ahora habitaba el piso no sabía nada de los anteriores propietarios. De resto la cartera no sirvió para nada más. Unos euros sueltos, tarjetas de crédito caducadas también... Nada por donde continuar.
Había una cosa que lo tenía fascinado. Por lo visto algo no cuadraba. Un reloj de pulsera que fue hallado roto, seguramente al caérsele al sujeto en su huida por la puerta lateral de la iglesia. Lo que venía a ser extraño era la hora de la muerte del sacerdote dictaminada por el forense, comparada con la hora que marcaba el reloj roto. Habían pasado demasiadas horas desde el asesinato hasta la huida. Además, las huellas de sangre en el suelo les decía que el tipo anduvo hacia la puerta lateral, volvió sobre sus pasos hasta la sacristía, y luego marchó definitivamente. Había mucho que investigar, mucho que analizar, y eso era perfecto en esa situación, era perfecta para el inspector De la Torre.
Mientras divagaba sobre el caso, sonó el teléfono. Era el forense. Había terminado la autopsia. Eso significaba nuevas pruebas, el caso volvía a tener un nuevo camino por el que continuar.
Sin perder un minuto, De la Torre se incorporó, costándole lo suyo, con algún que otro titubeo causa de la resaca por el sake que amanecía junto a él día sí, día también. Se cambió la camisa por una que tenía en el armario del despacho, porque la que llevaba ya lucía manchas de algo más que un simple café. Se acercó al baño, y mirándose en el espejo acertó al decirse a sí mismo cuán mayor y machacado estaba. Su barba de varios días, su pelo grasiento y su mirada cansada mostraban la rendición de su estado físico y de su esperanza; pero a él lo que reflejara su aspecto ya le importaba bien poco.
Subió a su coche sin ponerse el cinturón, cosa frecuente, y se dirigió a la oficina del forense a por los nuevos datos que le auguraban una larga jornada, desconectando del pasado para intentar arreglar el futuro. Esta noche dedicada a su trabajo, el alcohol no tendría cabida. Su hígado podía darse un respiro. Sólo por esta noche.

- Buenos días Dr. Valls, buenos días… disculpe mi tardanza… pero ya me conoce…
- Sí, pero si no te conociera… con echarte un vistazo, sería suficiente para hacerme una idea.
- No me sermonees, Josep… no estoy para muchas charlas paternalistas, mejor vamos al grano.
- ¿Yo paternalista?, creo que no, con mis dos hijos tengo de sobras, y a cual más descarriado…¡ ja ja ja!, mejor edúcate tú mismo… ya eres mayorcito.
- De verdad, me duele la cabeza horrores, no es por joder, sé que te preocupas…pero piensa, que aunque descarriados, tú tienes hijos de los que preocuparte…
- Lo sé, lo sé, sólo te ando fastidiando, así te acuerdas un poco, de que aún estás vivo… últimamente, tengo la sensación de que ya lo has olvidado.
- Ya pero, viejo amigo, cada vez que me duele… y tengo que empinar el codo… créeme, es porque sigo vivo…
- En fin Matías, vamos por faena, que sé que lo estás deseando. Así se apartan un rato los fantasmas.
- Ahora sí que nos entendemos.
-Pero, el informe forense se queda en mi oficina, porque luego, cada vez que sale por esa puerta en tus manos, desaparece, y no nos engañemos, eres un desastre. No quiero problemas.
- Entendido Valls. ¿Y ahora empezamos?
-Vamos al grano, que nos conocemos.
-Así es.
- El padre, tendía 65 años. Cuando lo encontraron, el sujeto llevaba ya unas 24 horas muerto, la mancha verde abdominal que tenía nos lo corroboró.
Ahora sabemos la razón por la que tenía los pantalones abajo. Tenemos agresión sexual, por conducto anal.
-Pero eso no tiene sentido, ¿el desgarro no provoca hemorragia?
-Si inspector, eso sería correcto, si no fuera, porque la agresión se llevó a cabo con un instrumento metálico al rojo vivo. Por eso, no hay hemorragia, pero sí ampollas a través del conducto rectal. Rodeando el ano, también se pueden apreciar hematomas.
- Había una cruz metálica junto al cadáver, a su derecha. En un primer momento, creí que la utilizó el sacerdote para sentirse protegido. Ahora ya sabemos que no.
-Aún hay más. Le taparon el orificio después, con cera caliente. Y no fue la única zona, ya lo iremos viendo.
-El cirio que portaba el cadáver en la mano izquierda, estaba muy gastado, pero alrededor de la mano, no se apreciaba cera alguna. ¿Debo deducir que el asesino se lo puso tras matarlo en su mano?
-Sí, eso es, porque la mano, no ejercía ningún tipo de fuerza sobre el cirio. ¿Ves la mano?, no tenía nada cogido en vida.
Está bien, sigamos. En el lado izquierdo del pecho, tiene hecha brecha, de 20 cm de diagonal, que ha sido realizada con un objeto cortante. Creo que semejante a un estilete. Por el orificio que realizó, le sacó el corazón.
-Ese objeto con el que le abrieron es lo que no aparece por ninguna parte. Ya no queda dónde buscar. Únicamente me queda pensar que el asesino se lo llevó consigo. No hay otra.
-Como le dije antes inspector, la cera del cirio anda bastante repartida por su cuerpo. En el caso del hueco del corazón se ve claramente que aquí también fue vertida parte de ella.
Si subimos, nos encontramos con el cuello sesgado. En este caso, a diferencia de la extracción del corazón, ya estaba muerto.
-Dr. Valls… ¡¿Quiere decir, que cuando le extrajeron el corazón estaba vivo?!
-Sí, esa fue la causa del fallecimiento. Cuando le sacaron el corazón, murió.
- Lo de la espalda Dr. fue en vida, ¿verdad?
-Sí, pero vamos por partes. Ese punto lo quiero tratar al final. Hay algo extraño en ello. ¿Le parece inspector?
-Adelante.
-Para entendernos. Todo lo que le explicaré a partir de ahora, se realizó post mortem. En vida se realizó la agresión sexual, las heridas de la espalda y la extracción del corazón. Ahora le pido que espere y atienda.
-Menudo tarado estamos buscando. El mundo se ha vuelto loco.
-Detective déjeme decirle que yo no seré quien le quite la razón, al menos en lo que a este tema concierne.
-Se ha tomado muchas molestias. Tengo el pálpito de que no será su última hazaña. Por favor Valls prosiga…
-En toda la base de la herida del cuello se puede apreciar también cera esparcida.
La cabeza del sujeto fue decapitada post mortem con una especie de cuchillo de carnicero, el que se usa para partir huesos, parece, o algo semejante. La base de la cabeza, también lleva cera. Sus ojos abiertos y llenos de cera también. Aquí, en el frontal izquierdo, tenemos lo que parece ser el principio de todo, la razón por la que el sacerdote bajó la guardia, y así, todo indica, empezó el ataque. Fíjese inspector, justo aquí. Un impacto contundente por objeto liso, apreciable en la contusión, apreciable por unas equimosis.
La mandíbula está rota, no hay indicio de que haya sido a golpes, sino más bien a la fuerza. Parece ser que para introducirle el corazón dentro de la boca.
El corazón está deteriorado, parece que lo han quemado previamente antes de introducirlo en la boca. Ese olor que decían todos que era tan desagradable, se debe a la sustancia utilizada para quemarlo. Se trata de…
-Bueno, y ahora Dr. Valls… ¿podemos hablar ya de las heridas de la espalda?
-Por supuesto. Estoy descolocado con ese tema. No tengo palabras… aquí sin duda pasa algo más raro que un sicópata ordinario.
-¿Qué quiere decir Dr.? ¡¡Hable de una vez!!
-Esto va a sonar francamente increíble, pero… en las heridas de la espalda, todas esas heridas… esas palabras escritas a incisiones… están desinfectadas…y…
-¿¿Y qué?? Tuvo un momento de duda… o… ¿se arrepintió por un instante y le curó?, no entiendo nada…
-Si mantuviera solo un momento el pico cerrado inspector, lo entendería perfectamente, ¡¡¡guarde silencio!!!
-Ya no digo nada más, ilumíneme con su sabiduría doctor.
-No es sabiduría lo que yo le ofrezco, es hallazgo, un descubrimiento… sólo que… aterrador.
Me explico inspector. Sí, las heridas están curadas, pero, no hay ningún tipo de residuo de ningún tipo de desinfectante. Pero sí, otro tipo de sangre a parte de la del sacerdote, que parece ser… le ha desinfectado las heridas…eso ya es extraño… pero es que…
-¿Eso tiene algún sentido? ¡¡Dr. Reaccione!!
-Sí, lo se… lo siento… verá inspector… mi esposa…el cáliz, que usted encontró… ella fue la encargada de analizar la sangre de dentro, era solo un residuo, pero suficiente. El caso es que es la misma sangre sanadora que hemos hallado sobre la espalda. Empecé a preguntarme… ¿para que la sangre en el cáliz?...ahora lo sé. Al principio no hice caso de las manchas de sangre en la comisura de los labios de la víctima pensé… no hay heridas en la boca, la rotura de la quijada es limpia… pensé… en algún momento, quizás, se llevó las manos a la boca y… simplemente se manchó. Pues no…es mucho más impresionante… es inconcebible…todo su cuerpo, está lleno por dentro con esa sangre milagrosa…
-Valls…quiere decir… ¿qué le hizo beber de su propia sangre?
-Sí, eso creo que hizo con el cáliz, lo llenó y se lo dio a tomar.
-Eso no tiene sentido… ¿por qué le sanó la espalda y no el resto del cuerpo al beberla?... no tiene sentido alguno… es realidad… ¡¡¡nada tiene sentido de lo que está diciendo Valls!!!
-Sí lo tiene… si la sangre puede sanar, pero no puede devolver la vida…
-Doctor… nooooo… se ha vuelto loco… insinúa que…
-Sí, eso es, estaba completamente muerto, cuando, voluntariamente se bebió la sangre milagrosa, por tanto la que le untó en la espalda, puede que tuviera intención de curar… pero la que le hizo beber después de muerto…por lo visto, no era para sanarlo… es más, desconozco cuál era su fin.
-Deben hacer más pruebas, lo que me cuenta no es posible… repítanlas.
-Mi mujer, las ha repetido ya cinco veces… no hay error… simplemente es… increíble. Ella ya no quiere saber nada de esto… le ha superado todo esto… quiere que yo lo deje también, que me aparte del caso…después del último resultado… insiste en que lo deje pero, no puedo…
-¿último descubrimiento?
-Sí, eso es, ese ADN… es más que milagroso… su mapa genético no tiene precedentes… pero por ahora no le puedo decir más… esto no es la serie CSI, aquí hacen falta, más que dos días, necesitamos tiempo, material adecuado y gente de confianza… y créame inspector… la gente de confianza, ya no existe.
-Eso es absolutamente cierto. Dr. Antes no sabía por dónde empezar… ahora, no sé si quiero empezar.
-Pues… inspector, cuando lo tenga usted claro. Creo que la traducción de esas palabras… no estaría mal para empezar. Estaremos en contacto De la Torre… pero con discreción. Me marcho.
-Es exactamente, lo que estaba pensando yo. Empezar por donde aún puedo encontrar algún sentido…las letras de su espalda… necesito un traductor… y un sake.

El inspector Matías De la Torre, se quedó divagando, cansado y aturdido por la información. Cuando se encontró a solas tuvo que sentarse. Le temblaban las manos, y le sudaban sin parar, durante el tiempo que el Dr. le explicaba, temió sacarlas de los bolsillos porque las sentía temblar bajo la tela. Intentó buscar una pizca de serenidad en su propio caos interior, respiró hondo, y… mirando el torso de la víctima boca abajo en la mesa del forense, se le ocurrió leer las palabras de su espalda… una vez más.


Vadeus et non rediens anima.
Irrevocabilis hora est.
Amén.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas Cap.5


Jofiel, el solo en el mundo, el que no podía más, el que creíamos perdido entre las aguas. Surgió de entre la mar turbia. Retornó del océano revuelto en vida. Fría y salada, se perdía la orilla a su espalda. Su piel arrugada se dejaba ver tímidamente bajo la luz de la luna. Tantas horas perdidas en el mundo de los peces, le habían dejado tremendamente agotado, se sentía endeble, sin aliento. Todavía vestía el hábito, y sus pies continuaban descalzos. Abandonó la playa, entre miedos y preguntas, cada vez más persistentes que se le agolpaban en su dolorida cabeza. Como siempre, buscó su punto de referencia, para empezar desde algo familiar en esta nueva noche extraña. Como dejó su reloj, en la iglesia, se dispuso a buscar un viandante a quien preguntar la hora.

-Señor, por favor… ¿Qué hora es?
-Son las 10:15 de la noche.
-Otra vez… ¡he perdido un montón de horas!
-¿Cómo dice?... ¿Se encuentra bien?... tiene mal aspecto.
-Creo que debo hacer algo…creo que sé a donde tengo que ir…pero…estoy tan
confuso…
-En la acera del frente hay un policía… quizás él sepa que hacer contigo tío, estas jodido,
Me largo.

El desconocido se dirigió al policía. Le alertó señalando a Jofiel, y se fue a paso ligero, por una calle lateral, sin mirar atrás. El policía se acercó a Jofiel, y le habló.

-Señor¿ se encuentra bien?, ¿va a darme problemas?...lleva hábito…
-Tu olor… ¿es que no lo hueles?...¡apestas!...¿porque los golpeas cada noche?...los moratones, las heridas que les dejas… sólo son el reflejo de tu propio pecado…
-Pero qué…¿Quién eres tú?...espera… te has tomado algo… mejor cállate, estás drogado…te irá bien pasar una noche en el calabozo¡¡ payaso!!, ¿le robaste la ropa a un sacerdote??
-Marcos García… niégalo, pero ya estás perdido…¡puto maltratador!...tus hijos lloran cada noche en sus camas…ayer dejaste a tu mujer con 3 dientes de menos… ¡¡apestas a los gritos de los que te rodeas!!
-¿Quién te manda?...tío… ¡¡ te vas a tragar el puto cemento, por bocazas!!... y créeme cuando te digo, que te va a doler mucho ¡gilipollas!

El policía agarro por el cuello a Jofiel, le puso las esposas, y lo introdujo en el coche patrulla hasta un callejón cercano. Detuvo el vehículo, y lo sacó bruscamente dándole un puñetazo en el pecho, que lo derribó, haciéndole rodar por el suelo. El policía fue directo a seguir machacando al Jofiel. Pero éste se reveló, mostrando un aspecto severo, sus ojos se habían tornado negros del todo, la pigmentación de su piel, era extraordinariamente clara, de un blanco antinatural. Sus labios se tiñeron de un morado muy oscuro. Sus lagrimales segregaban lágrimas de sangre. Se notaban en relieve las venas de su cara… su cuello…sus brazos. El latir de su corazón, se adivinaba más fuera que dentro de su cuerpo, como si de un puño golpeando su pecho desde dentro, se tratara. Y de repente, habló al policía, con una voz gutural, diciendo…


-Pero no te olvidaré, no saldrás airoso de tus actos.
Recuerda este día, porque volveré para ser tu verdugo.

El policía sacó la pistola y apuntó directamente a la cabeza de Jofiel, que esquivó la bala rápidamente, para colocarse justo a la altura del individuo. Su mirada hostil, terminó por acobardar al policía de manera que se orinó en sus pantalones. Jofiel, le miró fijamente a los ojos, y le dijo…

-Marcos, para que veas que soy generoso, hoy te voy a ofrecer un regalo, no lo mereces pero… de alguna forma, yo también saldré beneficiado… eso si… Te va a doler, que te cagas.
-Suéltame tarado… ¿pero qué haces?... ¡no!...¡no!... ¡¡¡noo!!!...¡ Diooos!

Jofiel, con una dantesca sonrisa en los labios, miraba el brazo que le había arrancado al humillado agente, tiró el miembro todo lo lejos que pudo, y luego con su cinturón le hizo un torniquete, no quería que se desangrara. Antes necesitaba información, sobre otro policía, sobre un inspector. Su nombre era, Matías de la Torre. En el regreso de su suicidio fallido, sólo volvió con ese dato, el resto estaba borroso como lo sucedido en la iglesia. Solo que ahora sabía qué hacer. Su lado agresivo quería encontrar al inspector, pero él, desde dentro, sabía que rociarse con agua bendita, le haría recordar lo acaecido esas horas perdidas en la playa. Su personalidad, permanecía escondida, mientras esta otra se manifestaba, y aun siendo consciente de todo, no podía interceder en nada, se sentía totalmente anulado. Siendo así, sólo un mero espectador más de tan atroz situación. Desde dentro de su propio cuerpo, sólo era un mero espectador. Jofiel únicamente necesitó una única amenaza, para sonsacarle dónde vivía el inspector, diciéndole…

-Tienes dos opciones, depende tu vida de ellas, o sea que guarda silencio y te irá mucho mejor…tan sólo escúchame…

El policía aterrorizado, llorando, y estremeciéndose de dolor, así que, quedándole poco para empezar a perder el conocimiento, simplemente asintió.

-Dime dónde vive el inspector de la Torre. Yo a continuación, llamaré a urgencias. Quizás lleguen a tiempo para reimplantarte el brazo… y si no… Ya sabes herido en acto de servicio…tendrás una pensión decente, te retirarás… y sin un brazo menos, dejarás de inflar a moratones a tu familia. Si decides callar la información que te pido… simplemente, te quitaré el torniquete, y te desangrarás, hasta que mueras. Tú decides, pero te digo de antemano, que la paciencia, no es una de mis virtudes. Y me encanta que no lo sea.

Cuando el policía le dio la información, Jofiel lo recogió del suelo, en medio de su propia sangre, y lo abandonó en el primer hospital que tuvo, en su camino hacía su objetivo. Ni siquiera se molestó en recoger el brazo. A Jofiel, le encantaba la idea, de que ese imbécil se quedara sin él. Detuvo el coche que había robado previamente, lo justo y necesario, para abrir la puerta, y empujarlo del asiento del copiloto, dejándolo maltrecho en la calzada, frente a las puertas del hospital. Ni siquiera se molestó en mirar por el retrovisor mientras se alejaba a toda velocidad. Ese tipo le importaba bien poco. Buscó en la guantera un mapa, y lo localizó. Sabía la dirección, sabía a quién buscaba. Al inspector, De la Torre.

Jofiel, dejó el coche aparcado ocupando dos plazas de aparcamiento, y con su aspecto seguro y hosco, entró en la portería, accedió al ascensor, hasta la 5ª planta, forzó la puerta sin armar ruido. Entrando al piso a sin ningún tipo de sigilo, encendió luces por donde pasaba. Lo que encontró dentro, no era para nada lo que esperaba. A su paso le invadió una sensación de dolor escondido en esas paredes, una tristeza, una pena, que se hacía suya a medida que avanzaba dejando atrás ya, el recibidor y el salón. Olía a cerrado, y aunque el polvo hacía años que no lo habían limpiado, alguien pasaba los dedos por encima de las fotos que reposaban sobre el piano. Eran fotos de una mujer y de una adolescente. La cocina llevaba varios años sin haber sido utilizada. Ese tipo debía comer fuera todo el tiempo. Comprobó el resto de habitaciones, totalmente abandonadas. Una habitación de matrimonio donde ya no dormían, una habitación individual, con adornos y posters de una chica, con una cama llena de cojines y peluches, con la cama perfectamente hecha, tiesa, como almidonada, con gran capa de polvo por encima. Todas las persianas estaban casi abajo totalmente, como en el resto de la casa. Era un entorno totalmente lúgubre. Respecto al baño, prefirió abstenerse de pasar de la puerta, en cuanto sintió aquel apestoso olor que desprendía el lugar. Al final del pasillo una última habitación. Cerrada desde fuera con llave, la cual reventó de una patada sin sutilezas. Por lo visto, De La Torre estaba fuera. Jofiel terminó de iluminar el resto de despacho, y para su sorpresa, allí, parecía que se dormía, comía, y parecía haber un desahogo terapéutico en contra del mobiliario, era el caos. Aunque a juzgar por todos los papeles, archivos de la policía, y pared empapeladas con noticias de recortes de periódicos, dentro de eso que a él le parecía un caos, ese hombre tenía un orden, que por alguna extraña razón, en cuanto empezó a leer el contenido, supo exactamente, que todo aquel material, era justo lo que andaba buscando, y debía prestarle toda su atención. Por ello, se dedicó lo que quedaba de noche, mientras esperaba a su anfitrión, a estudiar todo cuanto estaba pegado en esas paredes. Lo que mostraban era realmente perturbador. Entre dientes dijo…

-Ave María, domini mei mater.
Cuspidis umbra docet,
Nos umbras ese futuras.
Domine, doce nos recte
Computare momenta nostra.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas Cap.4


Tokio, 9 de Julio de 2010. A las 19:00h. Samyueru, absolutamente decidido, se dirigió al despacho de su socio y amigo Mana. Se colocó bien su corbata negra, aunque lo que tenía peor aspecto era el traje negro, estaba tan arrugado, incluso la camisa blanca mostraba una mancha de café seca del día anterior. Su pulcritud habitual, se había esfumado completamente. Su aspecto Cuando entró por la puerta de su socio, era francamente deprimente. Aunque lo que venía a decirle no era nada alentador. Samyueru, llevaba ejerciendo la psiquiatría hacía ya muchos años, y por ello, sabía perfectamente, que cuando a alguien le pasaba lo que a él, había unos pasos a seguir. El primero, dejar de ejercer. Pues ya no podía ayudar a sus pacientes con sus inquietudes, problemas o patologías varias. Él mismo, estaba empezando a manifestar extraños comportamientos.
Esta mañana, podía distinguir claramente, camino del gabinete, cómo le entraban unas ganas irremediables de atentar contra algunas de las personas que se cruzaban a su paso. Miraba a su alrededor, y sentía verdadera animadversión por ellos. Y las voces que, antes había controlado totalmente con una medicación, no en exceso severa, ya no servía para nada. Ahora las voces eran más altas, más claras, y lo que era peor, realmente empezaban a decir cosas que para él, comenzaban a tener un cierto sentido. Eso le tenía aterrorizado. Las pesadillas llegaron a un punto que no le dejaban dormir. Así que, tras varias sesiones de terapia con su amigo Mana, se sentó frente a él, para por fin rendirse a los acontecimientos, diciéndole…

-Mana, lo hemos intentado, pero tras perder varios meses de tu tiempo… estás tan desconcertado como yo.

-Sí, tengo que admitir que, no sé qué es lo que te pasa… pero rendirte así, no es la manera de hacer que remita. Tenemos que hablar con otros colegas, compartir opiniones… ¿has pensado en el tema de la hipnosis?

-Quizás como último recurso, sería una opción, pero… dicen que es arriesgado, y la verdad, no me apetece solucionar un problema, si para ello abro puertas a otros. Recuerda que soy adoptado… me refiero que…todo lo anterior a los 6 años… es…desconocido, algo que puede desencadenar, cosas todavía peores. Quizás te parezca un cobarde, pero… me aterroriza esa idea.

-Sí, lo entiendo perfectamente, se nos acaban las posibilidades, ya no sé qué decirte para que no te vayas. Sin duda la respuesta está en tu pasado, quizás deberías contratar un detective, y empezar a remover, hasta que sepamos qué tipo de antecedentes hay en tu familia… tiene que haber algo… te has planteado… no sé… ¿has pensado que te abandonaron porque sabían que pasaría algo así?

-Todos los días lo pienso. Es una posibilidad, pero desde luego… no lo dejaré en manos de un detective… Mana, esto es lo que voy a hacer… al menos por ahora, voy a dejar de ejercer, por mi bien, y por el de mis pacientes…si quiero encontrar, donde está el problema, debo involucrarme absolutamente en ello…



-Pero…Samyueru, no puedes irte solo, ¡ recuerda tus ausencias de tiempo!... no, al menos, no tú solo… deja que yo te acompañe… así no te sentirás solo y desorientado cada vez que vuelvan esos bloqueos…


Samyueru, había conseguido ocultarle a su amigo, que lo que él creía que eran ausencias o bloqueos en el espacio-tiempo, en realidad, era una forma de bloquear las ganas que tenía de matar a más de uno con el que se cruzaba. Se lo hubiera contado, si sabiendo lo que sabía de psiquiatría, hubiera encontrado relevancia para un diagnóstico. Pero, tanto con esa información como sin ella, todo era exactamente igual de desconocido.
Sus síntomas, no estaban en ningún libro de consulta médica, no tenía nombre, simplemente no había antecedentes de ello. Bueno, quizás algunos, dentro de algunas religiones… lo llamarían, posesión demoníaca. Porque cuando se despertaba de sus pesadillas, levitando sobre la cama, sin ningún tipo de sujeción, despertaba, y simplemente caía. O cuando creía que las voces solo estaban en su cabeza, y al volver en sí, su amigo Mana le decía que había dicho en voz alta, todo, pero en un idioma que ni siquiera conocía, con un tono de voz, que no era de este mundo, con los ojos completamente negros, cuando pronunciaba las palabras. Mana, estaba muerto de miedo, completamente aterrorizado, le daba pavor estar solo con Samyueru, Pero lo hacía, porque le debía mucho, una gratitud tan grande, que jamás lo dejaría en la estacada. Por eso, le dijo…

-Está bien, eres un testarudo… no te haré cambiar de opinión, pero… al menos, ten el móvil siempre cargado, y pon mi numero el primero, si pasa algo… lo que sea… sabes que estoy aquí… así que no seas orgulloso y si necesitas ayuda, solo pídela… iré donde sea… lo sabes…¡¡Samyueru!!,¿ me estás escuchando?...¡¡Samyueru!!...¡no!... otra vez…no…

Samyueru, estaba totalmente quieto, no pestañeaba, los ojos se le tornaron negros, su palidez cada vez más visible, hacia notables unas grandes ojeras bajo los ojos, un sudor frio le corría por todo el cuerpo, empapándole la camisa. Mana, apretaba con las manos los extremos de la silla, haciéndola crujir, apretó la mandíbula, hasta hacerla rechinar, y se puso rígido como una tabla. Uno frente al otro, parecía que se miraban fijamente. Mana, intentó romper el silencio… pero se le adelanto aquella voz…

-Tú, el que te ofreces.
He mirado en tu alma.
Esta limpia.
Se te concede venir.
Sólo si estás dispuesto a morir.

Mana, temblando, se levantó, se acercó muy despacio, le llamó la atención lo brillante que se le estaba poniendo la piel, y le tocó la cara a su amigo, no podía creer lo que sentía en sus yemas. Su piel era pura escarcha, se estaba congelando a medida que hablaba, pero no le afectaba su salud en absoluto. Le tomó el pulso, sus constantes estaban en orden. Estaba sereno, tranquilo, solo había ciertos cambios a nivel visual. Cuando sus labios se tornaron en un lila subido. La presencia le dijo…

-Debes decidir ahora.
El tiempo apremia.
Él ya está condenado.
Tus opciones son condenarte,
O dejarlo marchar.

-Pero… ¿de qué va esto?, ¡¡al menos dime dónde me meto!! Se trata de mi vida… ¿ no es así?
-¿tu vida?
Mana, recuerda cuántas salvó él.
Sólo puede saber más,
aquél que ya está dentro.
¿Entras?

-Sí, le debo tres vidas, ¿cómo no pagárselo?...estoy dispuesto.

Entonces, la presencia giró la cabeza, la alzó hacia Mana, que estaba de pie a su izquierda y le sonrió diciéndole…

-Eres digno de estar a nuestro lado.
Así sea.

Samyueru, volvió en sí, consciente de toda la conversación, pero sin poder decir nada en ningún momento, hasta ahora. Miró a su amigo a los ojos llenos de lágrimas, quería hablarle, decirle que no podía hacer algo así, pero Mana alzo la mano, pidiéndole silencio. Despues, en un tono entre el humor y el sarcasmo le habló…

-No digas nada, acertado o no, estoy muerto de pánico pero, ¿Cómo vas a ir tu solo poseído por la calle?... mírame… te debo mucho, o sea que, puedo y lo haré, yo decido, es mi vida y es mi decisión… eso sí… podemos estar seguros de una cosa…a nivel psiquiátrico, con tu caso no tenemos nada que hacer, mejor lo descartamos,¿ no te parece?

-No sé qué es todo esto, pero…tienes toda la razón. De lo único que estoy seguro ahora mismo, es que necesito un buen trago para afrontar lo que acaba de pasar, y lo que está por venir… esto pinta muy mal. Vamos a Akasaka, y hagamos un paréntesis es todo esto.

-Me parece perfecto amigo, vámonos de aquí, por hoy, ya está bien de emociones, es suficiente… aunque…necesito saber una cosa… cuando miré a esos ojos negros…vi algo que…necesito saber…sientes deseos de matar gente…¿conmigo sientes eso?...¿alguna vez has querido matarme?

-Debí decírtelo, pero me pareció algo despreciable… pero nunca… jamás tuve ese deseo contra ti, nunca.

Los dos salieron del despacho, apagando todas las luces tras de sí. Accedieron al parking por el ascensor, en el más absoluto silencio. Subieron al Mazda Miata, que tanto apreciaba Mana, regalo de su padre antes de morir. Dejaron atrás Shinjuku. Se sintieron aliviados al escuchar arrancar el motor. Encendieron las luces, y tras una mirada de complicidad, se dirigieron a Akasaka. Tras un buen rato, llegaron al bar del que era clientes habituales, donde bebieron y bebieron, durante toda la noche, hasta que perdieron el conocimiento.
A la mañana siguiente, despertaron con una enorme resaca, no recordaban nada.
Ya no estaban en el bar. En realidad no tenían ni idea de dónde estaban. Sólo sabían lo que podían ver, y era algo terrible. Todo estaba lleno de sangre por todas partes.
Samyueru, volvió otra vez a ese estado que a Mana ponía tan nervioso. Volvieron esos negros ojos, esa extraña voz, esta vez con un nuevo mensaje…

-Declina a malo et fac bonum.
Factum abiit, monimenta manent.
Astra regunt homines,
Sed deus regit astra.

sábado, 17 de julio de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas Vol.3


- Hola ¿Señora? Señora Conteste por favor, hemos localizando la llamada, pero ¡necesito que me hable! Señora?…¿me oye?… ya tenemos una patrulla en camino… ¡ vamos conteste!
- ¡¡ohh!!, no puedo seguir aquí … ¡hay sangre por todas partes!… no puedo respirar… no puedo moverme, creo…. Creo que… me he roto una pierna… ¡huele fatal!, mi cabeza…

La patrulla que había más cerca de la zona, cogió el aviso, y se dirigió a “ Sant Miquel del Port”, al llegar sin perder tiempo, desenfundaron y entraron despacio, estaba todo en silencio, por ahora, no había rastro de la mujer, y entonces llegaron a la zona del altar mayor. Se pararon en seco, no podían creer lo que veían. Ambos palidecieron, ante tremenda visión, a pesar de no hacer calor, no dejaban de sudar, estaban temblando.
-Tío, pero qué… ¡joder!… ¿qué coño han hecho con ese hombre?…qué… mierda… ¡le han cortado la cabeza!… y… eso…¿ qué es lo que tiene metido en la boca?
-¡Mira, ay!… ¡el resto del cuerpo del cura!…esto es dantesco… vale, calma… ¡falta la sacristía, echa un vistazo, yo te cubro!…¡venga novato!… tenemos trabajo.

Pero el patrullero novato, estaba tan horrorizado, como eclipsado por la imagen que tenía ante sus ojos, ni siquiera pestañeaba, sentía un calor en la garganta, una congoja, que no le dejaba respirar ni articular palabra. Se limitó a observar el horror del asesinato, que ya se estaba grabando a fuego en su memoria, para ya no borrarse nunca.
El sacerdote, estaba tumbado cara arriba, con las piernas y los brazos abiertos. Su sotana, estaba levantada, dejando ver sus genitales amputados, le faltaba la cabeza. Tampoco había rastro del corazón. Todo el cuerpo de aquel hombre era un enorme charco de sangre, charco que cruzaba todo el frente del altar hasta el púlpito. Sobre el púlpito, la cabeza del sacerdote, con los ojos hundidos, la boca abierta, y… con algo dentro… el corazón.
-¿Pero quieres moverte novato?, me estoy cabreando, no te lo volveré a repetir, ¡en marcha…! ¡ espabila, o daré parte de tu conducta!

Entraron en la sacristía, encontraron la ropa manchada de sangre, y el suelo con un charco de agua, el armario estaba abierto.
- A debido lavarse, coger algo de ropa e irse. Está bien, aseguremos el resto de puertas… venga ¡muévete joder, apesta!… ¿ qué es ese olor repugnante?… ¡cúbreme!

- ¿Qué ha sido eso?…entre los bancos, a la izquierda…. He oído…
- ¡Céntrate! Atento que no quiero errores… esto… está limpio… ya está todo comprobado. A ver, ¿de dónde decías que venía el ruido?
-Del lado izquierdo, como un llanto, un sollozo o algo así… entre los bancos… hay alguien , lo sé…
- Despacio… puede ser la mujer o puede que no… no te confíes… a veces te confías… y acabas en una caja de pino… prudencia.
-¡Sí, es ella!, se ha debido resbalar con la sangre del suelo, cayó y luego se arrastró hasta aquí.
- Señora, calma, la sacaremos de aquí, mi compañero se quedará con usted. Enseguida vuelvo, tranquila… voy a por ayuda… ya pasó.
- Aquí la patrulla 369, solicito refuerzos inmediatamente en la iglesia de Sant Miquel del Port, Tenemos una mujer herida, y un sacerdote muerto, el sospechoso ha huido.

Al cabo de un rato, llegó una ambulancia y se llevaron a la mujer, inconsciente, mostraba traumatismo craneal leve, y una pierna rota. La policía científica llegó y se pusieron a trabajar de inmediato con las pruebas. Tenían mucho trabajo por delante. Los de homicidios llegaron poco después.
- ¡Mierda!, le han asignado el caso a “De La Torre”, estamos jodidos… éste nos hace estar despiertos hasta que se cierre el caso… tiene un carácter inaguantable. Novato, no sabes lo que se nos viene encima… no creo que toda tu carrera topes con otro más jodido de tratar.
- Qué bien tres semanas en plantilla y me encuentro con un asesinato, un compañero toca pelotas y un inspector cabrón. ¿Algo más?
- Pues la verdad… sí, otra cosa, huele a los novatos a tres kilómetros, y los putea como nadie… no te haces una idea de lo que me voy a reír.

El inspector Matías de la Torre, llevaba una vida solitaria, difícil. Entre sus muchos malos hábitos, tenía el de beber, siempre acompañado de su fiel amigo “Kokuryu", un sake al que se aficionó hace años. Su hígado, estaba a punto de reventar, pero eso no le quitaba el sueño. En realidad ya casi no dormía. Desde que su mujer Teresa y su hija Mikaela murieron. Cuando le destinaron a Japón, ya nada fue lo de antes. Una secta Japonesa llamada “La Verdad Suprema De Aum”, las reclutó. Fue en el año 1993, Mikaela, solo contaba con 16 años, empezó a mostrase distante, extraña. Pero él nunca se imaginó, que la estaba perdiendo. El 22 de enero del 93 ella se marchó. Su madre, Teresa, negándose a dejarla ir sola, se fue con a su lado, para protegerla. Él, lo intento todo, pero no pudo retenerlas a su lado. A su pequeña nunca más volvió a verla con vida. A su mujer la volvió a ver, quitándose la vida poco después de encontrarla, ante su presencia. Dejaba correr los días, convirtiendo su trabajo, en lo único que le sacaba a flote, y por ello, se convirtió en un ser implacable para con sus casos, pero también en una persona, que nadie querría de compañía, ni de compañero. Era agresivo, y estaba machacado por dentro y por fuera, su cara ajada, era fiel reflejo de su dura lucha interna de cada día, y de sus permanentes excesos.
Con paso ligero, se acercó directamente a los patrulleros, no hacía falta preguntar quién había pringado el primero, los dos tenían las caras tan desencajadas, y los ojos tan abiertos, estaban severamente acobardados. Cuando llegó a su altura, los miró de arriba abajo, y les dijo…

- Tú, no quiero oírte. Pero a ti… a ti si, primero te escucharé, y luego te haré tragar las botas reglamentarias para que espabiles novato. Soy el inspector Matías De La Torre, el caso es mío. Quitando todas las pruebas que ya me habéis jodido. Quiero los hechos… ¡¡novato, empieza a hablar!!.

- Lo hemos comprobado todo inspector, hemos tenido cuidado, no se exalte tanto, no hay razón para ello.

El inspector De la torre, agarró del cuello al patrullero novato, y lo empotro contra la pared con una única mano, con la otra, le propinó un puñetazo en el estómago. Su compañero no pudo evitarlo, fue muy rápido, El inspector, lo levanto del suelo y sin soltarle, le señalo con el dedo amenazante, sin pestañear una sola vez, y le dijo…
- ¿No? te instruiré con delicadeza…¡ pedazo de cretino! ¡no me jodas! No tengo tiempo… lo que se haya dejado… ya lo encontraré, pero… las pruebas que ha trastocado… son irrecuperables…¡ mírate la bota, tarugo!
- ya le he dicho inspector De La Torre… ¡que no he alterado ninguna prueba!
- A ver lumbrera, ¡más tonto y no naces!, ¿como te manchaste la bota?, te lo diré, por lo que veo, cubrías a tu compañero, y por un momento te despistaste, y giraste , de forma impulsiva, metiendo así la bota en el reguero de sangre. No hace falta ser muy listo, ¿ves la marca del suelo?, pues ha sido tu puta bota.
- ¡Hostia, es verdad!… vaya cagada.
-Al menos eres sincero, porque sí, la has cagado bien. Veamos, ¿que tenéis para mí?
-Tenemos, un sacerdote, ojos hundidos… con el hábito levantado, el cuerpo boca arriba, brazos y piernas abiertas ,la sotana subida a la cintura, el genital amputado… corazón extirpado… cabeza cortada y separada del cuerpo , y un olor horrible. El sospechoso se lavó en la sacristía, con agua bendita, dejó su ropa en el suelo, vistió ropas de sacerdote y… huyó.
- Sigue novato, no te pares ahora que hacías algo bien…¡¡deja de mirarme e informa!!
- No sé que más le puedo explicar señor, creo que todo lo que sé, ya se lo he contado, no sé nada más.

El inspector, le soltó el cuello, y se alejó de él dándole la espalda. El novato, tenía miedo, no sabía que decir, como actuar, pero se sentía agradecido de que se estuviera alejando. De La Torre, giró sobre si , y volviéndose, le dedicó al muchacho una mirada hostil, se acercó de nuevo, y lo cogió por la solapa del uniforme, tirándolo al suelo le dijo…
- Inténtalo otra vez, pero, con un poco más de talento… la testigo, ¿recuerdas lumbrera?… ¡la testigo!, ¿que tenemos de ella?
- Cierto, la mujer… la testigo, la escuché… y reaccioné mirando hacia ella, estaba manchada de sangre, parece que… se acercó a confesarse y encontró a las puertas del confesionario, el cuerpo sin cabeza del sacerdote, se impresionó y resbaló con la sangre del suelo, se rompió una pierna y tiene un traumatismo…

Llegó el Sr. juez para proceder al levantamiento del cadáver, entonces se percataron de una nueva prueba, un escrito en su espalda, lo hicieron con algo afilado y candente. Las palabras… decían…

Vadeus et non rediens anima.
Irrevocabilis hora est.
Amén.

miércoles, 7 de julio de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas cap.2



Jofiel, se levantó del suelo, en silencio y ausente, se dirigió a la salida lateral de la iglesia. Era como un títere conducido por cuerdas, caminaba despacio. Su mirada perdida, sus brazos caídos, su piel pajiza y el sudor frío de sus manos, apuntaba un cansancio, un sobre esfuerzo importante. Se adivinaba en su cara y en su cuerpo un ánimo agotado, aletargado. Le costaba caminar… respiraba con dificultad, pero tenía un rumbo fijo… salir de aquel lugar.
Abriendo las puertas, intentó, internarse en la oscura noche. Pero la luz de las farolas del callejón, le cegaron por un momento …. Y volvió en sí.
-Joder qué dolor, pero qué… Me duele todo el cuerpo… tengo todos los músculos agarrotados… mierda… ¡mi cabeza!… pero… si no recuerdo haber bebido nada… uff!!, necesito sentarme.

No estaba seguro de qué hacer a continuación, estaba desconcertado con la situación. Todo era tan raro, el próximo paso, fue tratar de encontrar algo fiable como referencia, algo que le diera información acertada del momento. Se miró su reloj.
-No puede ser, son casi las diez de la noche….eso quiere decir que he perdido… he perdido…¡13horas!….¿Cómo ha podido pasar algo así?, debo estar empeorando… tengo que centrarme… no recuerdo nada…

Empezó a observar, cuanto tenia alrededor. No sabía dónde estaba, no conocía el lugar, esa callejuela no le era familiar de ningún modo. Pero entonces se pasó la mano por la cara y cuando observó sus manos, se paralizó.
-¡¡Sangre!! pero cómo… de dónde ha salido… es sangre…. ¡¡Sangre!!… necesito recordar… a ver… era de día, caminaba, planeando desaparecer… ¡¡morir!!, y entonces… la iglesia, eso es… ¡la iglesia! Me quería confesar… sí… hablé de… ¡mi madre! Empecé a marearme y a tener frío, mucho frío… y… nada más… todo esta borroso… imágenes borrosas… ¡esto no tiene ningún sentido!

Se dio la vuelta, para ver de dónde había salido, y entonces lo vio. Empezó a temblar, ante tan aberrante espectáculo, le fallaron las piernas por un instante, y se sentó en los bancos de la primera fila, hundió la cabeza entre sus manos, y empezó a rezar, tal y como le enseño su madre. Así poco a poco, se fue tranquilizando, aunque no demasiado, si en la justa medida, para empezar a barajar hipótesis, intentar concentrarse sobre que había ocurrido allí.
- No… qué…¡¡¿Qué he hecho?!!…esto… es horrible!!… pero… ¿he sido yo, o quién!!… ¡¡mierda, no consigo recordar!!, Sí… he sido yo… ¡¡ lo he hecho yo!!.. Aquí no hay nadie más, o… ¿y si lo había?,…¡¡¿y si se ha ido el asesino ?!!… ¡¡yo sólo sé que tengo que salir de aquí ya!! pero no cubierto de sangre… ¿dónde me limpio… dónde…?

Entonces se le ocurrió que, si estaba en una iglesia, agua bendita, habría por alguna parte, busco en la sacristía, y la encontró. Se quitó la ropa manchada de sangre, y se echó buena cantidad de agua por la cabeza; pero cuando el agua bendita le tocó, todos los recuerdos borrosos, volvieron ahora nítidos a su memoria.
-¡¡¡Diossssssssssssssssss!!! … esto es… ¡¡ terrible!!…Ahora lo veo claro… no quería creerlo… ¡estoy como una puta cabra!…estoy acabado… ¡¡soy un monstruo!!…¡¡un perturbado de mierda!!… debo morir o morirá más gente… ya no son voces… ¡¡¡es un asesinato!!!… ¡¡ esta vez la he jodido… pero bien!!… la policía estará al caer¡¡… quiero acabar de una vez… ¡¡¡me cago en mis divagaciones!!… si tengo que morir lo haré a mi manera… ¡¡¡al menos concédeme eso Dios mío!!!… sólo eso te pido… sólo eso…

Cogió algo de ropa del sacerdote, y se vistió con ella, salió por la misma puerta de antes, por el lateral, nadie lo vio salir, nadie usaba esa puerta. Caminó tranquilo por las calles de Barcelona, en dirección al mar, hacia la playa, a la Barceloneta. Tenia tantos buenos recuerdos de ella, que sintió la necesidad de caminar hasta allí. El viento se estrellaba sobre su cara, era cortante y fuerte, aunque caluroso.
Su madre siempre lo perseguía jugando, acabando siempre tirados por la arena, entre imparables carcajadas. Él no podía evitar acordarse de ella, aunque sabía que en el fondo, no le hacía ningún bien. Recordar su hermosa voz, era recordar sus palabras apocalípticas. Recordar sus lindas manos, era recordar, los moratones que le dejaba en las muñecas, en sus severos ataques… Mientras recodaba esas cosas, unas lagrimas le surcaron la cara, y un nudo le oprimió en la garganta. El sudor frío, no se marchaba. Y la gente lo miraba, como si estuviera enfermo o drogado, de tan mal aspecto que mostraba, con sus ojeras y su clara palidez.

Entonces las escuchó, las voces volvieron, pero algo era distinto. Antes decían palabras sueltas, un caos en su cabeza. Hoy encajaban unas frases perfectas, aunque el no entendiera nada de por qué le decían lo que le decían. Todo le sonaba extraño y rebuscado, La cabeza le dolía tanto, que le era imposible centrarse en ese galimatías que le llegaba de aquellas endemoniadas voces, ya no podía, ya no tenía mas fuerzas, solo quería, que callaran, para disfrutar de un solo momento en paz, antes del final. Esas palabras…

-…Ven con nosotros, te mostraremos el camino.
No tengas miedo, ellos te necesitan.
Solo sufrirás un momento.
Escucha el mensaje.
Es tu destino.
Tu vida empieza hoy….

Jofiel solo se molestó en quitarse los zapatos, uno de los placeres de la vida. Sentir la arena entre sus dedos, fue tan agradable, que las caras de ellas, de sus perdidas doncellas, llegaron a su recuerdo, como una hermosa despedida.
- ¡ mamá!… ¡Nadia!… ¡ mi pequeña, mi Irina!… ¿estarás tú con tu madre y con tu abuela?…¿o aún caminas por el mundo?… en realidad, nunca lo sabré, porque… el suicidio es mi camino, y el castigo es el infierno… eso dirías tu mamá… eso dirías. Es lo más cobarde, pero… no os veré nunca, jamás me elevaré al cielo, arderé eternamente.

Desapareciendo entre el agua, con los ojos abiertos, sintiendo el escozor de la sal, para así experimentar por última vez, y ya solo por un momento, lo que era sentir la vida, despedirse para ir muriendo.

Cuando desde el silencio, serenas y seguras, surgieron las voces de nuevo, mientras el agua entraba en los pulmones, del atormentado Jofiel, y le susurraron…

-Adhuc tempus.
Ab hoc momentum pendet aeternitas.
Apropinquat hora, Jofiel.

viernes, 2 de julio de 2010

Ensayo sobre las almas perdidas Cap. 1




Barcelona, 1 de Abril del 2010, son las 06:30h. y Jofiel, a sus 26 años, oficialmente esta sin empleo, fue rápido, llegó , y como siempre se le fue la mano sacando de quicio a su jefe, entregando tarde los gráficos del próximo video juego. Él sabía que el tiempo no estaba de su parte, que había una fecha tope de entrega. Los inversores querían resultados y los querían ya, pero Jofiel, aunque todo lo que producía en su trabajo finalizaba de forma impecable, tenía dos cosas en su contra. Una que era demasiado perfeccionista. Para él, el resultado, nunca era el adecuado, de ahí la tardanza. El otro, que tenía un reto personal, un video juego. Un día cogió todas esas locuras que decía su madre, y creó ese dichoso video juego que le absorbía todo su tiempo y su atención.

Pensó en ella, en lo que pensaría de él por querer quitarse de en medio Ella diría…” el suicidio es pecado”, pero tenía las cosas claras. Caminando sin rumbo, pensando que iba a hacer con su vida, llegó a la altura de una iglesia. Algo en su interior le decía que tenía que entrar. Nunca había estado allí, hacía años que no entraba a ninguna, muchos años. Todas le recordaban a su madre, y él se sentía tan culpable por lo que le pasó…. Nunca habló de ello con nadie, pero hoy lo haría. Quería soltarlo todo antes de morir. Vivir para él, ya no tenia sentido, así que limpiaría su alma y encontraría la forma de dejar de respirar.

- Perdóneme Padre porque he pecado.
- Cuéntame hijo, abre tu corazón y tu espíritu, te escucho.
- He sido un mal hijo, mi madre estaba enferma, cuando cumplí 16 años, me harté de sus paranoias, la denuncié, se la llevaron, le diagnosticaron bipolaridad y delirios, y la encerraron en una clínica psiquiátrica. El día de mi vigésimo cumpleaños la encontraron muerta, sola, dentro de una celda de aislamiento, pero fue un asesinato. Hubo investigación, pero no se encontró nunca al culpable. Padre, si hubiera visto lo que le hicieron a su cuerpo, no puedo explicarlo, había sangre por todas partes…… no puedo… no quiero recordarlo. Odié a Dios Padre, le odié tanto…
-Esta bien hijo, sosiégate, respira hondo, y continua solo cuando estés preparado. Y cuenta sólo lo que necesites contar, esto ha de ser una liberación, no una obligación…… cuando estés preparado … continúa.
-…desde entonces, no puedo dormir, la imagen de mi madre, se repite una y otra vez en mi memoria, he necesitado calmantes y ansiolíticos desde entonces, me volqué en mis estudios, eso me ayudo aunque por corto tiempo, en el que conocí a Nadia…… oh Dios!! Nadia…..la amé tanto… Cuánto aguantaste conmigo Nadia… pero aquellas voces, empezaron a atormentarme como a mi madre, los mismos síntomas. Dos años de locura le ofrecí a Nadia por mi parte …. Pero algo mas importante que yo requería su protección… Sabe Padre.. Ella lo intentó… Intentó soportarme después de amarme, pero ya no pudo más. La entendí perfectamente….. La dejé marchar, llevándose con ella mi único apoyo y la niña que llevaba en su vientre. Dios, Padre mío, Cuánto te odié entonces… y cuantas veces te pedí ayuda… Dios mío… te odié tanto!! Rezos sin respuesta… aborrecí a tu dios!
- Hijo mío, faltar a tu Dios, a tu Padre, no te las devolverá, solo te hará caer más en el hoyo, debes mejorar, superarte e ir a buscarlas, debes intentarlo, no puedes culpar a Dios por ello. Si no te esfuerzas por ser mejor, sólo eres tú el que te defraudas a ti mismo, una y otra vez sólo a ti mismo, hijo mío debes ser un hombre de bien, prudente en tus actos y pensamientos, y mantener tu fe firme, empezando sobre todo por respetar a tu Santo Padre.
-No Padre, yo no me meteré en ningún hoyo, pero Nadia, ella sí acabó en uno, en uno del cementerio…. Cuando le quedaba poco tiempo para salir de cuentas, me llamó y me dijo que me daba la opción de conocer a mi pequeña y que si ponía de mi parte, volverían a mi vida. Fui al psiquiatra, me dio pastillas como para un caballo y aunque parecía mas un zombi que una persona… llegó el día del parto, yo estaba allí, todo salió bien Padre, todo salió bien, durante la noche de ese mismo día, fui a ver a mi pequeña a la sala de maternidad, pero no estaba. La buscaron por todo el hospital, se la habían llevado…. ¿Dónde mierda estaba Dios entonces? ¿De parte del secuestrador o de la mía?… ¿Cuánto odio se le puede tener a un padre como yo le tengo a Dios?….no hay medida… le odio, y tú… lo veo… das consejos, pero en realidad eres un ser despreciable…
- Blasfemia!! Eso es una blasfemia, eres un irreverente, fuera de la casa de Dios, no tienes derecho a llamarte cristiano, fuera de aquí!!
- Cállese padre, cállese de una puta vez, deje de defender a Dios, cuando yo le explico porque le estoy odiando tanto!!!!!! Escuche mi palabra y deje la de Dios un rato, porque él… no esta aquí para escuchar sus alabanzas de pastor firme y recto… cuando en realidad , tu conducta esta más cerca del infierno que de el cielo.
- Estas loco, desaparece de la casa del Santo Padre! No eres digno de estar aquí! Deberían excomulgarte, por decir tanta barbarie!! Ni me menciones! No sabes nada de mi! Necio…. Impío!
- No padre, primero usted escuchara mi historia… cuando fui a la habitación de Nadia para decirle que la pequeña había desaparecido, me la encontré muerta, Padre. ¡Asesinada Padre! ¡Exactamente de la misma forma que mi madre, Padre! ¡Todo estaba lleno de sangre, Padre! ¿ Dónde estaba Dios padre? ¿Dónde? ¿Y usted? Yo sé dónde estaba usted… me lo dicen las voces de mi cabeza, tan claro como la luz del día… tan claro como hablaban a mi madre, ¡¡escúchelas Padre!!
- Dios mío, tus ojos hijo, tus ojos, que te pasa en los ojos! Estas llorando sangre! Dios mío! Pero, y la medicación?! ¿Y la medicación para no escuchar las voces?, ¡no te acerques a mi! ¿Qué te pasa en los ojos? Pero qué coño…
- Medicación para qué, si ya no hay madre, ni Nadia , ni mi pequeña, ya no merece la pena esconder lo que soy!!, dejé de tomarla y, padre… otra cosa… en la casa de Dios… no se dicen palabrotas.
- ¿Qué? ¡Acaba de decir lo que tengas que decir, y márchate monstruo! ¡Estás fuera de control! ¡Estás completamente loco!…esos ojos! No eres un hombre…
-¿Marcharme? No sin ajustar cuentas contigo, porque tú y yo sabemos qué hiciste el día que desapareció la pequeña ¿¿¿no, padre??? ¡¡ Ese día que murió Nadia!!
- ¡Yo no quería, ellos me obligaron! ¡Fueron ellos, no yo! ¡No me hagas daño! ¡Piedad! Eran mis manos, mi mente estaba nublada… escúchame, no podía controlar mi cuerpo…. ¡Algo entró en mi!
- Las voces están aquí conmigo padre….aunque yo soy más de…”Facta non verba”
- ¿Qué? ¡Deja de acercarte! ¡¡Detente!! ¡¡¡Apártate de mi!!!
- Me dicen que eres culpable de secuestro, culpable de asesinato, y culpable de algo que descubriré enseguida… porque vas a morir, y la forma hijo de perra… te va a encantar…

…“Sine anima sumus pulvis, sumus mortis,
Ac questa anima corrupta expulsi est.
Ego redibo, tu nunquam.
Requiescat in pacem.
Amén.”